sábado, 6 de outubro de 2007

CINEMA MEXICANO: Frida


FRIDA
Juan Carlos Romero Puga


Frida es una película intrascendente, pero más que otra cosa es una visión edulcorada de un pedazo de supuesta realidad mexicana que afortunadamente tendrá la peor de todas las muertes: la muerte social a manos de un público que no sólo no se acuerda de ella, sino que sólo borracho haría una copia pirata para intentar venderla en las calles.

Y no es que la cinta sea un horror. Simplemente se trata de un conjunto de despropósitos iniciado por la protagonista, Salma Hayek, quien en 2001 hacía afirmaciones del tipo: “Frida Kahlo me poseyó, porque ahora pinto y lo hago bien”.

Para ser más específicos, esta cinta es —como dirían en una fábrica de telas— pura pedacería. Es decir, tiene cachitos que se ven bonitos, pero que no sirven para nada si lo que uno quiere es una edredón y no un pañuelo. Un mexican curious, pues.

De ahí que al final uno se quede sólo con la fotografía de Rodrigo Prieto y la actuación de Alfred Molina, lo que en el fondo exhibe cuánto sirvió la millonaria campaña de la distribuidora Miramax para comprarle a Salma Hayek la nominación al Oscar como mejor actriz, lo cual no pudo sino despertar sonrisas maliciosas.

El resto es como una alcancía de feria: colorida, llamativa, pero vacía. Nadie en su sano juicio se cree la escena en la que Ashley Judd pretende ser Tina Modotti y le da vuelta a la manivela de un mimeógrafo del que salen decenas de ejemplares de El Machete, o la secuencia en la que Alfred Molina y Antonio Banderas se esfuerzan inútilmente, tratando de hacer creíble una conversación sobre comunismo, pobreza, proletariado y revolución, para luego meterse en una competencia de verdaderos machos para ver quién traga más agua (bueno, en la película se supone que es tequila).

En medio de tanta floritura, uno nunca logra ver la supuesta grandeza de los personajes. Para aquellos a quienes Frida Kahlo nos parece una figura lejana y desconocida, la película nos deja en las mismas; no logramos advertir la obsesión de la pintora por su trabajo ni encontramos el compromiso artístico o político de la interpretada, a no ser por dos o tres pinceladas.

Asimismo, uno encuentra que no hay parámetros justos, sobre todo entre la crítica mexicana. Francamente, después de ver a Javier Bardem subir 30 kilos para hacer Los lunes al sol y quedarse medio calvo para filmar Mar adentro, o bien mirar a una mujer tan preciosa como Charlize Theron aumentar 15 kilos para interpretar a la asesina Aileen Wournos en Monster, no encuentro razones para dedicarle medio aplauso a una actriz incapaz de dejarse crecer un leve bozo para hacer a Frida.

Alguien debería decirle a la actriz veracruzana que fumar faritos, beber tequila, decir malas palabras y colgarse un chango del brazo no es ser Frida Kahlo... eso nomás significa ser una borracha con mal gusto.

Web recomendada:
www.elperrocafe.com/Frida.htm

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